Más gordos que sus primos salvajes, los pavos domésticos sin embargo comparten características similares, y de hecho se consideran la misma especie. Los pavos se distinguen por la larga protuberancia que le crece en la nariz y la voluminosa barba que brota de su cuello.
Los pavos son relativamente nuevos en la domesticación. Los pavos silvestres van desde el sur de Canadá hasta México, pero su domesticación se produjo en el norte de México hace unos 2000 años. Es posible que también haya ocurrido un segundo evento de domesticación en el suroeste de los Estados Unidos. En cualquier caso, los exploradores españoles encontraron pavos domesticados entre los pueblos Aztecas. Algunas de estas aves fueron devueltas a Europa, donde se propagaron las razas domesticadas. Los arqueólogos que intentan descubrir el origen y el alcance de la domesticación se refieren a las plumas de pavo, huesos de pavo con heridas curadas y depósitos significativos de cáscaras de huevo de pavo, todas señales de que los animales han sido criados y cuidados por humanos.