Los cachalotes fueron cazados extensivamente desde la década de 1700 hasta la década de 1900 para obtener el aceite de espermaceti en sus grandes cabezas, lo que se cree que ayuda a la ballena a sentir su presa en la oscuridad de las profundidades del mar mediante la amplificación de su ecolocación. La ecolocación es un proceso parecido a un sonar en el que la ballena emite sonidos que se recuperan y proporcionan información sobre su entorno. Spermaceti se usaba para hacer lámparas, velas, jabones y maquillaje. Las ballenas también fueron cazadas por una sustancia en sus tractos digestivos llamada ámbar gris, que se usaba en perfumes.
Hoy en día, la especie está protegida casi en todo el mundo y la caza comercial de ballenas se ha detenido en gran medida en todo el mundo. Sin embargo, el cachalote todavía enfrenta amenazas de enredarse con las redes de pesca y de ser golpeado por grandes barcos. La contaminación también afecta a los cachalotes, particularmente al comer demasiada basura plástica que se ha vuelto muy común en el océano. El cachalote se encuentra actualmente en la lista de "Vulnerable" por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).